Y si usted es sincero, va a percibir la voz de estas fuerzas. La sinceridad provoca en el que la practica lealmente, una serie de fuerzas violentas. Cuando yo he llegado al final de su reportaje, es decir, a esa fraseci¬ta: «Felizmente se realiza una obra depuradora en la que se hallan empe¬ñados altos valores intelectuales argentinos», me he echado a reír de bue¬nísima gana, porque me acordé que a esos «valores» ni la familia los lee, tan aburridores son. Juró que en días anteriores habíamos amenazado al abuelo para que revelara el escondrijo de sus tesoros; que esa noche, apenas la gente se fue a los toldos a embriagarse, penetramos por la cumbrera y cometimos la atrocidad, distribuidos en grupos, para cavar simultáneamente en la topochera, en el cuartucho, camisetas futbol baratas en los corrales. Todo hay que comprarlo con libras de carne y sangre. Fama de rendido galán gané en el ánimo de muchas mujeres, gracias a la costumbre de fingir, para que mi alma se sienta menos sola. Los pueblos bestias se perpetúan en su idioma, como que, no teniendo ideas nuevas que expresar, no necesitan palabras nuevas o giros extraños; pero, en cambio, los pueblos que, como el nuestro, están en una continua evolución, sacan palabras de todos los ángulos, palabras que indignan a los profesores, como lo indigna a un profesor de boxeo europeo el hecho inconcebible de que un muchacho que boxea mal le rompa el alma a un alumno suyo que, técnicamente, es un perfecto pugilista.
La posteridad de Venezuela oirá siempre con placer y repetirá con gratitud, el nombre del Ilustrísimo Prelado que supo señalar la época de su gobierno espiritual con tan precioso ramo de prosperidad política, y el respetable nombre de Mohedano recordará los de Blandaín y Sojo que, siguiendo ejemplo tan filantrópico, fomentaron uno de los principales artículos que hacen hoy parte muy esencial de la agricultura de Venezuela. Bien es verdad que el espíritu político de la España contribuía poco a favorecer los países que no poseían metales o aquellos frutos preciosos que llamaron la atención de la Europa en los primeros tiempos del descubrimiento de la América; y Venezuela con sólo su cacao debía figurar poco en el sistema mercantil del Nuevo Mundo: Méjico y el Perú ocupaban toda la atención del Gobierno y atraían todas las producciones de la industria española; de suerte que Venezuela apenas podía decir que estaba en relación con la madre patria. Ya iba el cansancio y el desaliento de los soldados de Cobos a renovar los triunfos de Cayaurima, cuando Juan de Campos y Alonso de Grados se resolvieron a decidir por sí solos la suerte en favor de los españoles.
¿Qué había logrado mi perseverancia contra la suerte? ¿Qué se le importan los nombres, si usted, con su fuerza, está más allá de los nombres? Yo me jugaría la cabeza que usted, en su vida cotidiana, no dice: «llevó a su boca un emparedado de jamón», sino que, como todos diría: «se comió un sandwich». Tienen derecho a ello, ya que nadie les lleva el apunte, ya que ustedes tienen el tan poco discernimiento peda¬gógico de no darse cuenta de que, en el país donde viven, no pueden obli¬garnos a decir o escribir: «llevó a su boca un emparedado de jamón», en vez de decir: «se comió un sandwich». De más está decir que todos sabemos que un sandwich se come con la boca, a menos que el autor de la frase haya descubierto que también se come con las orejas. Y mientras no se produ¬cía lo efectivo, la emoción, que derivaba de cada jugada, los hacía más fuertes. Señores que escriben li¬bros de texto, que los alumnos se apresuran a olvidar en cuanto dejaron las aulas, en las que se les obliga a exprimirse los sesos estudiando la dife¬rencia que hay entre un tiempo perfecto y otro pluscuamperfecto.
Son señores de cuello palomita, voz grue¬sa, que esgrimen la gramática como un bastón, y su erudición como un escudo contra las bellezas que adornan la tierra. Con eso sabían que realizaban la felicidad de su vida. Y créame llegará un momento en que usted se sentirá más fuerte, que la vida y la muerte se convertirán en dos juguetes entre sus manos. Ahora bien, sea un momento sensato usted. Y hasta los que hoy le tiran piedras, se acercarán mañana a usted para sonreírle tímidamente. ¿Que es uno de esos multimillonarios norteamericanos, ayer ven¬dedores de diarios, más tarde carboneros, luego dueños de circo, y suce¬sivamente periodistas, vendedores de automóviles, hasta que un golpe de fortuna lo sitúa en el lugar en que inevitablemente debía estar? Lo vi ayer a Pedro. El conocimiento que éste tenía de las prendas de Pedro Alonso Galeas le hizo encargarle la conquista de los mariches, para cuya empresa le reunió la opinión de su valor otros compañeros muy acreditados y útiles, entre los cuales se hallaba Garci González de Silva y el cacique Aricabacuto, que siendo aliado fiel de los españoles, y teniendo sus posesiones inmediatas a los mariches debía procurar su reducción para verse seguro de las vejaciones con que querían vengar sus paisanos la infidelidad que había cometido.
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