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Es el caso -y perdone usted el atrevimiento- que nuestro buen amigo el señor Zubieta me debía sumas de consideración, por dinero prestado y por mercancías, y me las pagó con unos toros que se hallan en el corral, y que yo recibí entonces en la expectativa de que usted pudiera necesitarlos. Empezamos a atravesar unos terrenales inmensos, de tierra tan reseca y endurecida, que limaba los cascos de las cabalgaduras. Dicen que soy craveña, pero yo no soy del Cravo; que pauteña, pero no soy del Pauto. Los cuatro restantes caminamos a toda prisa en busca del hato semiborroso, donde hacía guiños una candela. Salieron del hato quince jinetes a las dos de la madrugada, después de apurar el sorbo de café tinto tradicional. Y bebí con ahínco las copas que precedieron a la despedida. ». Y mi mamá, bañada en llanto, lo mimaría gozosa, llamando a mi padre para que lo conociera; mas el anciano, inexorable, se retiraría a sus aposentos, super vigo trémulo de emoción. Verdad que ella seguía enclaustrada en su misterio, mas yo me agasajaba con esta seguridad: son extravagancias de mujer rica.

Al principio se negarían a recibirlo, mas luego, mis hermanas, curiosas, alzándolo en los brazos, exclamarían: «¡ La atención de los conquistadores debió dirigirse, desde luego, a ocupaciones más sólidas, más útiles y más benéficas, y la agricultura fue lo más obvio que encontraron en un país donde la naturaleza ostentaba todo el aparato de la vegetación. Viendo que Zubieta no se levantaba, desquiciaron la puerta de la cocina. ». Zubieta sonrió: «¡ Al viejo Zubieta le gustarán. Los cabildos tuvieron desde luego la prerrogativa de presentación al derecho de propiedad, cuya sanción era privativa de los gobernadores. Toda contribución es legal y pertenece al derecho público. Pero yo, a los pies de Alicia, me quedé profundamente dormido. Ya no me quedaba otra congoja que la de haber ofendido a Alicia, pero cuán dulce era el pensamiento de la reconciliación, que se anunciaba como aroma de sementera, como lontananza de amanecer. Mi sensibilidad nerviosa ha pasado por grandes crisis en que la razón trata de divorciarse del cerebro. Entró luego en la zona oscura del charco, y sólo percibí el cabrilleo del canalete, rútilo como cimitarra anchurosa. Mamá, jué que los indios le mataron a él la familia, y como puaquí no hay autoridá, tié uno que desenredarse solo.

Parecióme que el administrador de mis bienes estaba rindiéndome un informe sobre el modo acertado como había cumplido mi voluntad. Las disputas suscitadas entre Ruiz y Maldonado produjeron la reedificación de Trujillo, que Ruiz promovió en despique de su adversario; bien que para usurpar con la propiedad la gloria a su primitivo fundador, le mudó el nombre en el de Miravel, que conservó hasta que habiendo venido Pablo Collado de la Corte a suceder a Villacinda en el Gobierno, reintegró a Paredes en sus derechos y lo puso en estado de restituir a la ciudad su primitivo nombre y de proseguir en su adelantamiento. Por entre los harapos se le veían las carnes hidrópicas, principalmente el abdomen, escurrido en rollo sobre el empeine. Me incliné para acariciarla, y apenas hizo un movimiento para alargarse el traje sobre las pantorrillas. Adiestrado por la costumbre, dióse a perseguir a un toro barcino, y era de verse con qué pujanza le hacía sonar el freno sobre los lomos. Era que el Jaspe los perseguía con los vaqueros y con el «perraje». El señor Barrera quiso que yo apostara contra usté, a pesar de lo sucedío, pa probarle que tampoco hace juego legal y que no debe seguir desacreditándolo delante del señor Cova.

La vieja Tiana prendía remiendos en la camisa del mulato, que, semidesnudo, con las manos bajo la cabeza, esperaba la obra tendido en un cuero. Las calenturas no lo dejan pará. Bien pronto se vieron desmontadas, cultivadas y cubiertas de café todas las montañas y colinas que conservaban hasta entonces los primitivos caracteres de la creación. El día que don Rafo se separó de nosotros sentí vago pesar, augurio de males próximos, certidumbre de ausencia eterna. Bien se conoce que no deseas volver a tu extraordinario país». Necesita hayarse bien remontao y que el potro empuje. Que el yanero es el sincero; que al serrano ni la mano. Pena me da que esta «pechugona» de Griselda quiera convertir en una modista a la señora de usted. Hasta cuarenta reses por día, y se tragan una y las demá pa los «zamuros» y los «caricaris». Mi organismo repudia los excitantes alcohólicos, aunque saben llevar el marasmo a las penas.

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